Un tiempo privilegiado para contemplar al Señor
Actualizado: 14 de sep de 2020
En su podcast, la Pastoral UC y Radio María –Café con Fe– quisieron abordar cómo vivir en familia estos días de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor. Para ello se conversó con el padre Gonzalo Guzmán, profesor de la Facultad de Teología UC, y Francisca Ochagavía, monitora del Centro La Providencia. Te invitamos a leer parte de la conversación.
#SemanaSanta #reflexión #perdón
¿Qué estamos celebrando en la Semana Santa ¿En qué fijarnos en estos días? Francisca Ochagavía: “Celebramos el centro de nuestra fe. Siempre es volver a acompañar y mirar a Jesús en este gran acto de amor que Él realiza por nosotros, nuestra salvación. Y creo que, para mí, ha sido siempre un tiempo de gracia muy fuerte, porque he sentido cómo el Señor toca a toda mi persona y toda mi realidad con su entrega maravillosa y profunda de amor en la Cruz. Mirar a Cristo crucificado me ha convertido una y otra vez. Por eso, volver a mirarlo atrae mi corazón”. P. Gonzalo Guzmán: “Recomiendo vivamente leer la catequesis realizada este miércoles por el Papa Francisco, en la que señala que el centurión del Evangelio al ver a Cristo crucificado exclama ‘Este es verdaderamente el Hijo de Dios’. Entonces, mirar a Cristo crucificado nos muestra realmente quién es Dios y cómo es Dios. Por eso, la Semana Santa es el centro de toda la fe cristiana. Toda nuestra revelación cristiana encuentra su culmen en la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor. Es por eso, que después de la Resurrección, los cristianos rápidamente comenzaron a celebrar cada domingo la Eucaristía o “fracción del pan” en memoria de esos acontecimientos. Y luego de algunos años, comienza la celebración anual de la Pascua, en tres días, dedicados a contemplar este misterio de amor de Dios, que habiéndose hecho hombre, lleva a plenitud su humanidad en su Pasión, Muerte y Resurrección. Por eso, estas celebraciones no son un teatro o una mímica, sino volver a hacer presente el misterio central de la fe cristiana, el Misterio Pascual de Cristo. El desafío, hoy, vivirlas en nuestros hogares. FO: “Ese desafío tiene ingredientes novedosos y de mucha riqueza. El estar en la casa y no poder salir me hacer tener que volverme sobre mí misma y entrar en mi interior. Es decir, va a ser una Semana Santa mucho más interior, compartida si es posible, con la familia, los hijos, pero sobre todo compartida con el Señor. Creo que en nuestra vida común vivimos muy hacia afuera, tenemos muchas ocupaciones y cosas para hacer. Todo eso nos saca de nosotros. Estoy esperando estos días, para poder vivirlos hacia adentro con el Señor, dejando que Él me hable, a través de la lectura de la Palabra y de contemplación de la Cruz, y me muestre lo que me quiere mostrar. El gran regalo es dejar que Cristo me mire, estos días, como miró a Pedro. Es extraordinaria esa escena cuando el Señor mira a Pedro y lo conmueve profundamente, y yo siempre digo ‘Señor, mírame así, y conmuéveme, con toda mi debilidad y mi pobreza, para que yo llore contigo y me deje salvar por Ti’”. GG: “Celebrar la Pascua no es hacer un recuerdo. La Liturgia es hacer presente ese acontecimiento del pasado. Es hacer presente el acontecimiento de Cristo instituyendo la Eucaristía y lavando los pies a sus discípulos. El acontecimiento de Cristo cargando la Cruz y muriendo en ella. Hacer presente el acontecimiento de su Resurrección. Pero eso no basta, que ya es enorme. Toda la Liturgia tiene como objetivo transformar nuestra vida, nuestra existencia, que está marcada de esas pequeñas cosas cotidianas. Los cristianos estamos llamados a traspasar nuestra vida por estos misterios de Cristo que celebramos. Entonces también nosotros morir y resucitar con Él en las cotidianidades de nuestra vida, en las cosas sencillas y en las grandes. Es un hacer presente, mediante los ritos sagrados, pero no sólo contemplar una obra como en un museo, sino para que ese acontecimiento transforme mi vida, porque es Cristo que actúa y quiere actuar en mí. ¿Cómo ha sido la preparación de esta Semana Santa?
GG: “Recibimos algunas directrices desde la Conferencia Episcopal y el Arzobispado, pero también nos dispusimos a escuchar la voz de Dios y la voz de las comunidades, de las personas que viven en la cotidianidad, para saber qué es lo que el Pueblo de Dios quiere y necesita. Y preguntamos. A partir de eso, generamos un material que está disponible, para que las familias celebren juntos la Pascua del Señor. Que puedan celebrar el ‘paso’ del Señor en ese hogar, con sus luces y sus sombras. Todos nosotros podemos vivir la Semana Santa en familia, en nuestra casa. No se nos debe olvidar que el bautismo nos une íntimamente a Jesús, y nos hace participar del ‘sacerdocio común de los fieles’, que todos podemos ejercer, y este es un momento privilegiado para ello”.
FO: “Ver el paso del Señor en el hogar es la novedad profunda de esta Semana Santa… ‘Él escogió venir aquí’. Y eso, sin duda, encierra muchas realidades dolorosas y difíciles, frente a las que, en cuarentena, nos vemos un poco desprovistos. En el fondo, no tenemos cómo escapar a la verdad. Y eso es un gran desafío para el camino del perdón, que nosotros enseñamos. Pedir perdón tiene que ver con aprender a amar, y a amar cada día más y mejor al hermano que me tocó, al que está a mi lado. Es reconocer al otro en lo que el otro es, mirarlo como Cristo lo mira. Pero eso es una gracia que el Señor nos da, porque a nosotros nos viene nuestra humanidad completa, y vamos a salir con lo que nosotros queremos y nos va a costar, va a ser difícil, pero tener que vivirlo ahora, en este tiempo de gracia, me parece una gran oportunidad. Hay una voz potente de Dios. Este es un tiempo para escucharlo y salir de las comodidades a las que estamos acostumbrados, que nos hacen instalarnos en una forma de funcionar que está revuelta entera. Ojalá que esta cuarentena sea un tiempo de profunda conversión”. ¿Con qué signos y gestos se invita a las familias a celebrar estos días? GG: “El que invita a celebrar es el Espíritu Santo. De hecho, no somos capaces de decir ‘Abbá, Padre’ a Dios si no es gracias al Espíritu Santo (cf. Gálatas 4, 6). Y el Espíritu está invitando fuerte. Luego, hay que confiar en que Dios actúa en cada uno de nosotros porque somos sus hijos e hijas, y va a actuar, más aún si hemos sido bautizados. A partir de eso, con nuestra creatividad y sencillez como familia, podemos armar un lindo altar, por ejemplo, con un crucifijo, una imagen religiosa a la que le tengamos devoción, un mantel y un cirio. Y la familia puede ir jugando (expresión tomada del gran teólogo italiano Romano Guardini) con esas imágenes. Cosas tan sencillas como poner, el Jueves Santo, a los pies de ese altar un gran pan, hecho por la familia, para recordar la Eucaristía, o una vasija con agua para lavarse los pies entre los miembros de la familia, con toda la historia que hay detrás. El Viernes Santo resaltar la Cruz de Cristo con flores, y organizar que todos puedan besarla en adoración. El Sábado Santo, en la noche, otro signo precioso podría ser encender un cirio todos juntos, hacer una oración y proclamar el Evangelio que nos habla de Cristo resucitado. Esas cosas tan sencillas, pero a la vez tan profundas, son un camino extraordinario y maravilloso por el cual Dios hoy actúa en nuestros hogares”.
FO: “Esos signos son muy marcadores. Todos estos gestos nos van dando identidad de ser cristianos, que queremos testificar hacia afuera, y que el mundo lo vea. La simbología nos acerca, nos aproxima a una verdad que es sobrenatural, que de algún modo se nos escapa”. GG: “El lenguaje simbólico, tan humano, tiene la capacidad de hacer real y presente algo trascendente, que no lo podemos tomar, por ejemplo, el amor, que se manifiesta en gestos concretos. Con la Liturgia pasa exactamente lo mismo. ¿Cómo hago presente que Cristo está vivo? Hago un lindo cirio y lo enciendo. Es muy fuerte este lenguaje, y en estas situaciones extremas, adquiere aún más riqueza”. FO: “Para quienes miran la vida de fe de lejos, en estos casos, también estos signos pueden significar un nuevo acercamiento a la Iglesia y a la fe en el hogar. He descubierto que esto es una huella que marca los corazones. Ahí el Señor va haciendo su trabajo”. GG: “Creo, además, que no hay que tener miedo hoy a ser una Iglesia de minoría. Estábamos malacostumbrados a ser una Iglesia de grandes masas. Nuestra Iglesia partió siendo un pequeño grupito de familias, y después fue creciendo. Por eso, ser una Iglesia de minoría, incluso en el hogar, es un sello que nos invita a ser aún más proactivos en la vivencia de la fe. Entonces, yo los animo a no tener miedo, especialmente en este contexto de crisis eclesial, social, política y de salud. Pensaba estos días en cuánto llevábamos trabajando por volver a llenar nuestros templos, pero Dios de un minuto a otro nos llevó a vaciarlos, como diciéndonos ‘preocúpate de llenar los corazones con el amor, después se llenarán los templos’. Dios está gritando ahí, desafiándonos a preocuparnos de la vivencia de la fe en nuestras casas”. Sobre el perdón: Dios se encargó de que volviéramos a nuestras casas, pero eso a veces significa encontrarnos con cosas propias y de los demás que no siempre nos gustan, con roces, conflictos, problemas y rencores. ¿Cómo lidiar con esa realidad en este tiempo de cuarentena, desde la perspectiva del perdón, al que se nos invita fuertemente en esta semana? FO: “Esta obligación de estar encerrados en familia y conviviendo, sin posibilidad de arrancar, nos lleva a enfrentarnos con el otro y enfrentar todas esas verdades que son realidades de muerte: todas esas dificultades en nuestras relaciones, esos malos tratos, esas miradas poco cariñosas, ese egoísmo, son realidades que el Señor quiere venir a cambiar, a transformar. Cristo lo hace hoy. Ese desafío también casi nos obliga a reconciliarnos, a sacudirnos, porque si no, seremos muy infelices, y Jesús nos invita a vivir felices y en paz. Entonces, mirar al otro y enfrentar lo que nos molesta nos da el espacio de preguntarnos qué nos pasa, qué nos preocupa, ese es primer paso en el camino del perdón: el reconocimiento de que hay algo en mí que está afectado por el otro. Ahí, hay que tomar la decisión de pedirle al Señor la gracia - porque es una gracia, que Él nos derrama desde la Cruz - de perdonar, con nuestra voluntad y libertad, lo que esta persona tiene que nos afecta y hiere. Ahí se inicia un precioso proceso de sanación que Cristo va realizando en nosotros y en el otro, porque también las relaciones van cambiando. En ese sentido, creo que es muy importante contemplar a Cristo en la Cruz. Hay un gesto muy potente: cuando dice ‘Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen’. Ahí, el Señor nos está regalando el perdón, una mirada al desagradable, al que me hiere, al que me hace sufrir, que no es humana, que mira al corazón, perdonando antes de nada. Un desafío para esta Semana Santa es mirar a Cristo y mirar a ese otro, y ver qué es lo que hay en él que el Señor nos invita a perdonar, en el sentido de acoger y amar en toda su realidad. Ese es el perdón que Cristo nos da, que levanta y dignifica. Entonces, ¿qué gestos concretos podemos tener esta semana en la casa que los levanten, dignifiquen y hagan sentir amados? Es una forma de acompañar y abrirnos a que la gracia que Cristo nos regala en la Cruz sea una realidad en nuestra casa y se haga extensiva a otros”.