Teresa Hermana

En el marco del centenario de la muerte de Teresa de Los Andes, la primera santa chilena, queremos invitarte a conocer las distintas facetas de su vida, a través de cinco fichas, que nos permitirán profundizar en su humanidad, su relación con Dios y los demás, y su corta vida de carmelita. Cada ficha presenta extractos del diario y las cartas de la santa, links para acceder a sus escritos y música para reflexionar.

En esta tercera ficha, te invitamos a conocer a Teresa de Los Andes desde su faceta como hermana

Debido a la brevedad de su vida, la santidad de Teresa se forjó básicamente en dos ambientes: su hogar y el colegio. El Carmelo fue para ella el lugar donde consumó su entrega amorosa a Dios.


Juanita afirmaba que “La vida de familia, para que sea vida de unión, ha de ser un sacrificio continuado” (Carta 121, agosto de 1919). Y lo hacía con la delicadeza y la prudencia, que da el amor. Ya lo atestiguará su hermano Luis, quien la llamará la “joya de nuestra casa”, o su hermano Miguel quien dirá que en su casa había “una santa de verdad”. Ambos testimonios son de mucho valor, teniendo en cuenta que Luis se declaraba ateo y Miguel llevaba una vida bohemia.


Por otra parte, la relación entre sus padres se fue tornando cada vez más tensa, debido a los sucesivos problemas económicos, hasta llegar al quiebre; salvaguardando, por cierto, las apariencias de la época.

Así, se puede concluir que la vida de familia fue el crisol que fue convirtiendo su alma, preparándola para amar al más puro estilo de Jesús, es decir, hasta el extremo.


Mucho nos dice de eso, esta carta que Juanita escribió al padre José Blanch, su director espiritual, en diciembre de 1918:


No creía que la vida del hogar fuera una vida de sacrificio. Créame, Rdo. Padre, que me ha servido de preparación para mi vida religiosa. Mi mamá me manda constantemente y me reprende cuando no hago las cosas bien. Y muchas veces sin motivo. No tengo cómo agradecérselo a N. Señor, pues así se lo inspira a mi mamá para que viva siempre en la cruz que es prenda de su amor. ¡Cuánto me cuesta a veces callarme! (…) Quiero asimismo que nadie sospeche que ciertas cosas a veces me son ocasión de sacrificio, mostrando mi buena voluntad para todo. Y como yo no lo manifiesto, todos creen tener derecho para exigir de mí lo que les agrada. A veces siento sublevarse todo mi ser dentro de mí misma, pero pienso que es el único medio de ser santa, y que por el amor a N. Señor se puede, y soporto todo. De esta manera me abandono a la voluntad de Dios, pues, como Él me ama, elige para mí lo que me conviene. (13 de diciembre, 1918)

Carta 45: Lee esta carta completa haciendo clic aquí.



Su hermano Luis describe la vida familiar de Juanita con estas palabras:


Fue abnegada hasta el extremo. La veíamos sirviéndonos a todos, a Miguel, mi hermano, hostilizado en la casa, Juanita se preocupaba de preferencia por él. Cuidaba de nosotros, cuando estábamos enfermos: lo primero que se nos ocurría, al enfermarnos, era llamar a la Juanita, para que nos atendiera. Se iba al tercer patio a cuidar la empleada que estuviera mal de salud. Era dócil y sumisa con la mamá, exigente y autoritaria (…) Por último, la laboriosidad de Juanita era ejemplar, nunca la vi ociosa. Era el ángel del hogar con su gracia y alegría.

Mi padre vino a conocer el corazón inmenso de Juanita, poco antes de irse al convento (…). Dado que mi padre pasaba largas temporadas en los fundos que fueron propiedad de la familia o arrendados, no pudo apreciar la virtud consumada y laboriosamente conseguida de su hija Juana. Mi madre y Juanita eran muy unidas, se querían y admiraban mutuamente. Tuve un hermano, Miguel, muy bien dotado, bohemio, con tendencia al alcohol, poeta en sus mejores momentos, de mal criterio. A veces se quedaba fuera de casa en diversiones “non sanctas”. Mi mamá no podía tolerar esto y lo reprendía ásperamente y cuando llegaba a casa, todos estábamos en su contra; pero Juanita se preocupaba de suavizar las cosas y hacerle menos dura su presencia en la casa. Yo la veo entrando en la pieza de Miguel, para llevarle el desayuno.

Positio, Testimonio de su hermano Luis Fernández.




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Ficha elaborada con la colaboración de las Carmelitas Descalzas del Monasterio del Espíritu Santo de Los Andes.

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