Teresa de Jesús
En el marco del centenario de la muerte de Teresa de Los Andes, la primera santa chilena, queremos invitarte a conocer las distintas facetas de su vida, a través de cinco fichas, que nos permitirán profundizar en su humanidad, su relación con Dios y los demás, y su corta vida de carmelita. Cada ficha presenta extractos del diario y las cartas de la santa, links para acceder a sus escritos y música para reflexionar.
En esta cuarta ficha, te invitamos a conocer a Teresa de Los Andes y su entrada al Carmelo.
Juanita había heredado el nombre de Teresa de Jesús de una de las tres hermanas fallecidas en el Monasterio del Espíritu Santo de Los Andes en 1916, por una epidemia de gripe.
Ella lo explica así al padre José Blanch, su director espiritual:
“No sé si le conté que me llamaré Teresa de Jesús, si soy de allá. Pues yo le conté a Madre Angélica cómo se me había ocurrido ser de allá cuando Ud. contó la muerte de las carmelitas en Los Andes, y lo muy austeras que eran, y cómo yo había dicho que las iría a reemplazar. Entonces ella me contó cómo habían muerto víctimas de la caridad y que no duda ella que se habían ofrecido como víctimas por unas necesidades muy grandes que les habían encomendado a sus oraciones. Y me dijo que me llamaría como una de ellas. Más obligada quedo con el nombre de tan gran santa para serlo yo también con la gracia de Dios”
Carta 58. (3 de febrero, 1919)
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Pero en realidad, la transformación de Juanita en Teresa de Jesús, no fue sino la cristalización de un ideal comenzado ya el día de su Primera Comunión, que luego quiso ratificar con su voto de virginidad a los 15 años, y que finalmente se encarnaba en su sí definitivo a Dios, al ingresar al Carmelo. Ella lo declaraba con amorosa certeza:
“Él ha descendido hasta mí para elevarme a la dignidad de esposa”
Carta 73, a su papá. 25 de marzo, 1919
Y, es asombroso contemplar la lucidez espiritual que poseía al describir “su papel” como esposa de Cristo en el carisma propio que le había sido dado:
“¡Qué misión tan extensa se me presenta! Es universal, y yo tan incapaz para llenarla. Pero El, mi Esposo adorado, está conmigo El me infundirá valor para inmolarme, para derramar místicamente toda la sangre de mi corazón cada día, pues la carmelita debe morir a cada momento por los suyos y por las almas todas. Qué pureza me exige mi vocación: siempre junto a Dios. Vivir mi vida entera en la atmósfera divina. ¡Qué recogimiento y adoración no interrumpida! ¡Qué paz, qué incendio de amor dentro del alma esposa del Crucificado! ¡Qué pobreza y desprendimiento del espíritu y del corazón, qué obediencia y sumisión de nuestro ser! Carmelita. ¡Qué palabra tan llena de hermoso significado: víctima crucificada hostia pura, cordero que lleva los pecados del mundo”
Carta 88, al P. Artemio Colom, S.J. (25 de abril, 1919)
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Y en otro lugar:
“¡Qué feliz me siento al contemplar ya muy cerca mi bendita Montaña del Carmelo! Muy pronto subiré a ella para vivir crucificada. La carmelita busca siempre a Dios, y ¿dónde mejor puede encontrarlo si no es en la cruz, donde el amor lo enclavó? Voy a principiar a amar a mi Jesús. Hasta aquí Él me ha amado, puesto que se ha entregado a mí. Ahora principio a entregarme yo, para poder llamarme con verdad Teresa de Jesús”
Carta 80, a la Madre Angélica Teresa (12 de abril, 1919)
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Ficha elaborada con la colaboración de las Carmelitas Descalzas del Monasterio del Espíritu Santo de Los Andes.
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