Responsabilidad ciudadana y fe cristiana

En esta columna, el padre Fernando Valdivieso piensa en el plebiscito y nos señala que un discípulo de Jesús en el Chile de hoy se sabe llamado a trabajar por el tejido político y social.

“Den al César lo que es del César” nos enseñaba Jesús el domingo pasado, indicando con estas palabras la obligación de sus discípulos como ciudadanos. Al mismo tiempo el Maestro insistía en “dar a Dios lo que es de Dios”, es decir, dar a Dios nuestra misma vida, hecha de Dios por el Bautismo. Ya sabemos, entonces, lo que es de Dios; pero ¿qué es del César? ¿cuál es el rol del cristiano en cuanto ciudadano?


Desde el siglo II recibimos el testimonio de un autor anónimo que, intentando explicar el rol de los cristianos en la sociedad, afirma “los cristianos son en el mundo lo que el alma es en el cuerpo”. La Carta a Diogneto, como se conoce este antiguo escrito, reivindica con estas palabras un lugar activo y vitalizador de los cristianos en la sociedad. Se trata – recordemos - de una sociedad mayoritariamente pagana, que muchas veces ha perseguido a los discípulos de Jesús.


La Iglesia primitiva, en medio de persecuciones y dificultades, no adoptó la actitud retraída de otros grupos religiosos de su tiempo, como fueron, por ejemplo, las comunidades judías de los esenios que se retiraron a la zona de Qumrán separados de la sociedad. Sino que, desde el inicio, los discípulos de Jesús se entienden a sí mismos como parte de la sociedad y con responsabilidades para con sus hermanos de humanidad.


Muchas veces a lo largo de la historia los cristianos podrían haber encontrado buenos motivos para aislarse de los demás cuidando con celo el tesoro de su fe y sus costumbres. Pero ellos han entendiendo bien las enseñanzas del Maestro y se han comprometido con la construcción del Reino de Dios. Un Reino inaugurado ya en este mundo y plenamente realizado en el cielo.


El Papa Francisco, en su última encíclica, pide “que la sociedad se encamine a la prosecución del bien común y, a partir de esta finalidad, reconstruya una y otra vez su orden político y social, su tejido de relaciones, su proyecto humano”. Es un llamado del Papa a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, hermanos todos de humanidad. Un llamado que para el discípulo de Jesús constituye la vocación y la responsabilidad de ser “ciudadanos del propio país y del mundo entero, constructores de un nuevo vínculo social” (Fratelli Tutti, 66).


Por eso, un discípulo de Jesús en Chile hoy se sabe llamado a trabajar por ese tejido político y social. La fragilidad de este tejido manifestada en imágenes dolorosas de la última semana y del último año, no hace sino urgir más nuestra tarea. Es una responsabilidad exigida por el Evangelio que ha llevado a la Iglesia a través de los siglos a no separarse de la sociedad sino a involucrarse en ella para ofrecer el tesoro de humanidad que ha recibido de su Señor.


Así se entiende la responsabilidad que tiene el cristiano en una elección. El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia lo sintetiza diciendo: “La participación es un deber que todos han de cumplir conscientemente, en modo responsable y con vistas al bien común” (CDSI 189).


Este domingo los chilenos tomaremos la decisión más relevante de nuestro país en los últimos 30 años. Apruebo y rechazo tienen sus versiones legítimas, así como ambas posiciones tienen sus versiones cerradas a la construcción del tejido social. El discípulo de Jesús reconoce la responsabilidad de todo ciudadano y discierne delante de Dios la opción que en conciencia considera mejor. Con todo, no bastará votar, sino que será necesario cada día trabajar por la construcción del Reino de Dios.