Haz de este, un tiempo de gracia
Actualizado: 1 de sep de 2020
Escrito por: María del Pilar Cerdeña
Asesora Pastoral UC
Quizás a más de uno nos pasó que al empezar este periodo de distanciamiento social y cuarentena teníamos “tiempo de sobra”. Las largas horas invertidas en movilizarse de un lugar a otro se acabaron, el ajuste laboral y académico demoraba en llegar y un pare, en medio del ritmo acelerado del día a día, no resultaba del todo mal. Así, dentro de las exigencias que este cambio implicaba y las nuevas responsabilidades por asumir en casa, esas primeras semanas nos “regalaron” tiempo extra a nuestra disposición. Vimos películas, leímos más, dedicamos tiempo a nuestros pasatiempos, re-conectamos con familia y amigos, aprendimos nuevas cosas, hicimos ejercicios o simplemente descansamos.
Sin embargo, con el transcurrir de las semanas la responsabilidades se fueron multiplicando y las demandas del teletrabrajo o tele-estudio se fueron haciendo más urgentes. Además de cumplir con los horarios y metas profesionales y/o escolares, se sumaban las responsabilidades de la casa, multiplicadas en gran medida para aquellos con hijos pequeños. El cansancio por estar todo el día frente a una pantalla, no sólo para el trabajo o estudio si no para cualquier tipo de comunicación con el mundo exterior, se iba agudizando y el distanciamiento social comenzó a repercutir más fuertemente en nuestra salud psicológica y emocional. A eso se sumó la tentación del activismo y buscar estar haciendo todo el tiempo cosas, descuidando sin querer nuestro bienestar.
No sabemos cuánto tiempo estaremos así, ni cuándo podremos retomar las actividades presenciales o vernos y darnos un abrazo, pero lo cierto es que nuestra vida ha cambiado y el momento que vivimos puede convertirse en una gran oportunidad de crecimiento y renovación, si lo sabemos aprovechar. Por eso, quiero compartirles cuatro consejos, que desde la propia experiencia y el acompañamiento a otras personas, pueden ayudarles a vivir este tiempo abierto al Señor y llenarlo de gracia.
1. Hazte un horario
Este primer consejo puede resultar evidente, pero creo que muchas veces lo pasamos por alto y comenzamos a “hacer” sin ningún plan previo y luego pagamos las consecuencias.
Armar un horario nos permite priorizar nuestras responsabilidades, manejar nuestro tiempo con mayor eficacia y realismo y salvaguardar espacios para nuestro cuidado personal y nuestras relaciones.
Este horario no tiene porqué ser demasiado detallado, ni rígido, es simplemente una herramienta para delimitar los periodos de tiempo que destinas al trabajo, estudio, quehaceres de la casa, entre otras responsabilidades, buscando incluir espacios de comunión con otras personas y actividades que te renueven interiormente. Una vez que armes tu horario pregúntate si es realista y si, dentro de sus limitaciones, te permite tiempo suficiente para renovarte, y crecer personal y comunitariamente.
2. No mates el tiempo, ¡aprovéchalo!
Muchas veces, terminamos tan cansados después del trabajo o estudio que sólo queremos desconectarnos y buscamos algo que nos relaje y que no implique pensar. Esto no es necesariamente malo, pero puede ser problemático si se vuelve parte de nuestra rutina. Muchos momentos “matando el tiempo” nos dejan con una experiencia de haber desaprovechado oportunidades e incluso frustrados.
Por eso, en lugar de matar el tiempo, aprovéchalo. Tómate unos minutos para preguntarte ¿Qué quiero hacer estos días? ¿Hay algo que he tenido pendiente por mucho tiempo y que ahora puedo hacer? ¿De qué manera mi tiempo libre puede convertirse en un tiempo de crecimiento personal? Eso ciertamente puede incluir momentos de relajación y descanso que no impliquen pensar mucho, pero probablemente habrá nuevas cosas que te ayudarán a renovarte de distintas maneras. Además, considera incluir actividades físicas y ejercicio que te ayudarán a mantenerte en forma y te darán la energía para sobrellevar de la mejor manera este tiempo pues, “cuerpo sano, mente sana” es mucho más que un dicho.
3. “Sal” al encuentro de los otros
Quizás una de las grandes enseñanzas de este tiempo sea la toma de conciencia de nuestra necesidad de los demás, que ninguno es una isla y que las relaciones con otras personas son fundamentales. Ciertamente estamos con restricciones de movilidad y de reuniones, pero esto no nos impide “vivir en salida”, al encuentro de los otros.
Empezando con las personas que nos rodean es importante vivir en comunión, buscando el diálogo, la armonía y viviendo el servicio unos con otros. Preguntémonos ¿Cómo puedo manifestar mi amor por las personas con quienes vivo? ¿Hay algo específico en lo que los puedo ayudar?
Un segundo momento es preguntarnos por nuestros familiares y amigos que pueden estar pasándolo mal. Es importante estar pendientes unos de otros y, muchas veces, una simple llamada y un “cómo estás” puede alegrarles el día. Además pueden surgir distintas maneras de ayudar al otro en situaciones puntuales.
Finalmente, podemos preguntarnos si podemos “salir” al encuentro de nuestros hermanos más necesitados sin ponernos, ni ponerlos, en riesgo. En estos momentos se están llevando a cabo muchas campañas de recolección de fondos y voluntariados virtuales que buscan responder a esta dimensión. Podrías considerar participar de alguna de estas oportunidades de acuerdo a tus posibilidades.
4. Vive cada momento como un tiempo de gracia, abierto al Señor
Por último, está nuestra relación con el Señor. Lo quise dejar aquí no porque sea menos importante, ¡es lo fundamental!, sino porque de alguna u otra manera engloba todos los demás consejos.
Nuestra relación con Dios es el cimiento de nuestras vidas. Así como en el caso de un árbol, si las raíces están firmes puede resistir cualquier temporal, lo mismo sucede con nosotros. Si nuestra relación con Dios está bien cimentada, las dificultades que vivimos y la experiencia de inseguridad no nos podrán separar de Él, porque sabemos que “todo pasa para el bien de los que aman al Señor” (Rom 8, 28). Esto no significa que no nos cueste lo que estamos viviendo ni que tengamos todo bajo control, pero Dios nos da la seguridad de que con Él no hay nada que temer.
Las nuevas circunstancias probablemente también generen un cambio en nuestra relación con Él. La mayoría no tiene la oportunidad de recibir los sacramentos, ni visitar al Santísimo, pero Dios siempre está con nosotros. Aprovechemos este tiempo para enriquecer nuestra relación con nuestro Padre y para tomar conciencia de la presencia del Espíritu Santo en cada uno. Confiemos en Jesús que prometió que estaría con nosotros todos los días hasta el fin del mundo (ver Mt 28, 20). Los invito a cultivar su relación con Dios en este tiempo, rezando con las Sagradas Escrituras, particularmente con los Evangelios, y contemplar las escenas de la vida de Jesús.