El cuidado del patrimonio religioso hoy
Actualizado: 1 de sep de 2020
Como ya es tradición, a finales de mayo celebramos en Chile el “Día del Patrimonio Cultural”, donde; museos, monumentos históricos, archivos, zonas típicas, entre otrs, abren sus puertas para recibir al público interesado en conocer un poco más sobre la historia y la cultura de nuestro país. Este año y a pesar de la cuarentena, todas las instituciones culturales están invitadas a “abrir sus puertas” de manera virtual, para acercar nuestro patrimonio cultural a todos los chilenos.
Como equipo editorial de Anclados, quisimos plantearnos la importancia del cuidado de nuestro patrimonio religioso, es por esto, que te invitamos a leer la siguiente reflexión, escrita por Elvira Pérez, jefa del Magíster en Patrimonio Cultural de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
La importancia del cuidado del patrimonio religioso en la sociedad actual
Elvira Pérez, arquitecta,
Jefa Magister en Patrimonio Cultural UC
Master Architettura Storia Progetto. U. Roma Tre
Doctora en Arquitectura y Estudios Urbanos UC
El patrimonio cultural, que contiene al religioso, es la herencia recibida de nuestros antepasados, y se ha vuelto fundamental en la construcción de la sociedad contemporánea. El concepto de patrimonio se ha expandido desde la noción de monumentos conmemorativos físicos a la incorporación de las prácticas y el entorno que los rodea.
El patrimonio religioso entonces, considera los bienes muebles, como esculturas y reliquias; los bienes inmuebles, como iglesias y capillas que contienen un valor histórico, material, estético y sagrado; y el patrimonio religioso intangible, que considera los rituales, oraciones, creencias y fiestas, entro otros.
El interés por preservar objetos antiguos tiene una larga historia, porque conservar nos permite aprender del pasado. El escritor Victor Hugo, en su novela Notre Dame de Paris (1831) se refería a la arquitectura como un libro sólido, duradero y resistente. De hecho consideraba que la imprenta mataría al edificio. A modo de ejemplo, la catedral gótica se erigía como un libro abierto que educaba a través de sus muros, puesto que esculturas e imágenes religiosas permitían transmitir a la comunidad las historias bíblicas.
Los edificios históricos y en particular las capillas, iglesias y catedrales se relacionan íntimamente con la historia de las ciudades. En este sentido, desde el punto de vista urbano, las edificaciones religiosas han tenido un rol fundamental como elementos ordenadores e hitos predominantes en el paisaje. Los bienes religiosos, por su localización, materialidad y tamaño, fueron ámbitos singulares dentro de la morfología urbana destacándose como núcleos complejos que irradiaban significativas influencias en sus entornos inmediatos.
Por otra parte, es fundamental entender el valor simbólico de estos inmuebles para las comunidades, asociado a fiestas, ritos y creencias. El patrimonio religioso representa, para muchas comunidades, un espacio sagrado y de encuentro.
A lo largo de Chile nos encontramos con múltiples manifestaciones religiosas. Por ejemplo, en el norte grande encontramos la “Ruta de iglesias del altiplano”, un conjunto de pequeños poblados como Parinacota o Putre con pequeñas capillas andinas que conservan tradiciones ancestrales constructivas y realizan diversas fiestas religiosas dándole sentido al calendario. En el norte chico y la zona central se han desarrollado los bailes chinos, una de las manifestaciones religiosas chilenas reconocidas a nivel mundial en la lista de patrimonio cultural inmaterial de la Unesco, ésta consiste en una danza ritual y cantos que acompañan las festividades religiosas. Podemos destacar también en la zona central la Fiesta de Cuasimodo, tradición chilena rural que consiste en una procesión a caballo que lleva la comunión a los enfermos, el domingo posterior a la Semana Santa. La fiesta del Cristo de Mayo, por otra parte, es una procesión que se desarrolla en Santiago y conmemora el terremoto magno de 1647 que destruyó casi toda la ciudad, conservándose en pie solo la iglesia de San Francisco y un muro de la iglesia de San Agustín que donde se ubicaba la imagen del Cristo. En el sur de Chile, podemos destacar la ruta de las misiones circulares de Chiloé, otro importante conjunto de capillas e iglesias que configuraron poblados y que mantienen vivas tradiciones religiosas como el Nazareno de Caguach. Parte de este conjunto de iglesias de carpintería en madera también ha sido reconocido como patrimonio mundial de la humanidad.
Todas estas fiestas, procesiones y ritos nos confirman que el patrimonio religioso es parte de nuestra historia, es un patrimonio vivo que está presente, como diría el Padre Esteban Gumucio en su oración La Iglesia que yo amo: “Escuchen, que viene por las calles, la Iglesia de las grandes y pequeñas procesiones, la vieja heroica de amar, entre rezos y devociones.”
El patrimonio debe ser una parte activa del desarrollo de nuestra sociedad aportando una dimensión cultural y una continuidad histórica. En una iglesia que requiere una profunda reconstrucción, debemos basar su futuro en su historia, es por esto que el proceso de reparación del patrimonio es siempre una oportunidad de volver a levantarnos. Tal vez, si somos capaces de identificar qué debemos conservar y qué transformar, podremos entregar nueva vida a nuestra Iglesia. Transformar no es ni ignorar ni inventar y requiere de un profundo conocimiento de la realidad sobre la que se opera. Una transformación cuidadosa y adecuada podría llegar a ser una herramienta poderosa para construir un futuro que reconozca y disfrute de su conexión con su pasado.