¿Dónde está Dios en la pandemia?
Actualizado: 1 de sep de 2020
En la Solemnidad de la Ascensión del Señor, el presbítero Fernando Valdivieso, capellán general UC, nos invita a reflexionar sobre la actitud de los discípulos de Cristo y nuestra actitud en el mundo de hoy, frente a la pregunta ¿dónde está el Señor?
La solemnidad de la ascensión del Señor trae consigo una pregunta ineludible y fundamental: ¿dónde está el Señor? Es la pregunta de los discípulos de aquel tiempo y la de los de ahora. El discípulo, confiado en la palabra de Jesús ha abandonado su vida -su barca- y ha seguido al maestro y Señor por alegrías y esperanzas, por triunfos y fracasos, por la cruz y la resurrección, hasta este monte de Galilea donde el maestro sube al cielo.
La fiesta de hoy no es la despedida de Jesús sino la finalización de un único gran movimiento de la historia de la salvación: Todo viene de Dios y a él vuelve; el salvador ha entrado en el mundo para llevar el mundo a Dios.
La respuesta “no está, se ha ido al cielo” deja a los discípulos desconcertados. Mirando al cielo como aquellos “hombres de galilea”. Ahora bien, la fe de la Iglesia y el Evangelio de hoy traen una respuesta diferente: “Él, cuando bajó a nosotros, no dejó el cielo; tampoco nos ha dejado a nosotros, al volver al cielo aquel que vino del cielo sin dejar el cielo”, enseña san Agustín[1]. La fiesta de hoy no es la despedida de Jesús sino la finalización de un único gran movimiento de la historia de la salvación: Todo viene de Dios y a él vuelve; el salvador ha entrado en el mundo para llevar el mundo a Dios. Es la lógica del exitus y reditus: todo salió de Dios y todo está llamado a volver a Él. Jesús no se aparta del mundo, sino que inaugura el regreso de todo el mundo al seno del Padre. Su presencia entre nosotros asegura esa dinámica del reditus, del regreso a la casa del Padre.
“Yo estoy con ustedes todos los días” Mt 28, 20
En efecto, el evangelio de Mateo lo afirma con una consoladora promesa del Señor “yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”.
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Son las últimas palabras de evangelio en el relato de Mateo. El evangelio de mateo termina con una de las palabras con las que comenzó: yo estoy con ustedes (1,23). En efecto, el ángel anunció a José la acción de Dios en el seno de María su esposa, como cumplimiento de las promesas hechas a Isaías (Is 7,14): mira, la virgen está encinta, dará a luz un hijo que se llamará Emmanuel -y san Mateo se encargaba de traducir: “que significa Dios-con-nosotros”. De esta manera, parece que todo el evangelio de Mateo queda circunscrito en el tema de “Dios está con nosotros”, de manera que casi se podría decir que el evangelista escribió su relato para asegurar a los cristianos que, en Jesús, Dios está con nosotros.
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Con Jesús se cumple en plenitud la presencia de Dios con su Pueblo peregrino, figurada en el AT a través de la nube que acompaña el Éxodo. La Shekina, es una palabra hebrea que literalmente significa “residir” o “nido de las aves” es la palabra con la cual la Biblia señala la presencia de Dios en medio de su Pueblo. Dios reside en medio del Pueblo de Israel y lo hace con la ternura y la fuerza con que un “águila cuida a sus polluelos” (Dt 32,11). El Pueblo experimentó esta compañía de Dios en la nube que acompañaba el campamento durante los años del desierto, nube que guiaba el camino del éxodo y que manifestaba la presencia poderosa de la gloria de Dios, que impedía al mismo Moisés entrar en el tabernáculo cuando estaba cubierto por la nube (Ex 40,35). Con Jesús se ha cumplido en plenitud la presencia poderosa y tierna de Dios con su Pueblo a lo largo del camino del exilio hacia la casa del Padre.
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Un último aspecto de esta compañía de Jesús que se lee en sus palabras “Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,20) tiene relación con la formulación del verbo usado por Jesús. En español no lo podemos traducir muy bien, porque el verbo quiere decir “yo estoy y estaré y continuaré estando”. Además, el hecho de que diga “cada día”, acentúa esa voluntad de Jesús de manifestar la promesa de su presencia cotidiana. No dice que estará alguna vez, tampoco dice que llegará un día final en el que estará. Sino que afirma su presencia cotidiana. Esta fórmula recuerda la fórmula de la alianza “yo estoy y continuaré estando con ustedes”. Jesús ha inaugurado la nueva alianza, con su sangre, en ella asegura la presencia de Dios de nuestra parte.
¿Dónde estás Jesús?
¿cómo recibimos estas palabras hoy? En tiempos de pandemia no es extraño que algunos de nosotros, como los discípulos de la montaña de Galilea, nos quedemos mirando al cielo y casi reprochando al Señor que se fue a la seguridad del cielo, dejándonos acá en la tierra entre sufrimientos: la enfermedad que amenaza y que quizá ha herido a algún ser querido, la muerte, la aflicción económica de muchas familias, la incertidumbre laboral, la pobreza que amenaza dispararse en Chile, en Latinoamérica, en el mundo ¿cómo dices Jesús que estarás con nosotros cada día? ¿acaso has olvidado este día, este año 2020 no se cuenta en el número de los días prometidos con tu compañía?
Dice el Evangelio que los discípulos, viendo a Jesús resucitado en la montaña de la ascensión lo adoraron, pero también dice que “algunos todavía dudaron”. ¡Vieron a Jesús y dudaron! Esto es consolador para nosotros. Porque no es extraño que en el creyente se entremezcle fe y duda. Una cosa es importante, el creyente dirige su duda en diálogo a Dios. No nos quedemos rumiando la duda solos, dirijámosla a Jesús. Tenemos la confianza para hacerlo. ¿dónde estás Jesús en la pandemia?
“Estoy en ti”
¿Dónde estás Jesús? Él cumple su promesa, es hombre de palabra. Está con nosotros todos los días. ¿no lo puedes ver? Está en ti, siendo en ti sacramento, enseñanza, amor, para quienes no lo conocen. Está en ti haciendo de tu vida una presencia suya.
Escuchemos a Jesús en el mismo texto del evangelio: Vayan y (1) hagan discípulos míos a todos los pueblos, (2) bautícenlos, 3) enséñenles a cumplir lo mandado. Con tres verbos Jesús resume la tarea de la Iglesia: catequesis, sacramentos y moral. Estos tres verbos, de alguna manera son respuesta a nuestra pregunta. Veamos cómo:
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Enseñar a ser discípulos de Jesús, no nuestros discípulos, no discípulos de algún gurú famoso, sino del Señor. Enseñar con palabras. Pero sobre todo con la vida, como hacen los grandes maestros de nuestra vida y de la historia. Pensemos en el profesor que marcó nuestra niñez, pensemos en la vida de los santos: los grandes maestros enseñan con la vida más que con palabras. Las palabras también, ellas tendrán fuerza en la medida que están acompañadas de una vida que las respalde.
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Bautizar. Con el bautismo se señalan todos los sacramentos de la Iglesia, de los cuales el Bautismo es la puerta. Hoy vivimos los sacramentos de manera distinta, no como quisiéramos. Se siguen celebrando cada día la Eucaristía, donde hay un sacerdote; muchas veces on line; se sigue haciendo la consoladora visita a los enfermos con la unción, con la comunión; también el bautismo solo con papás y padrinos, e incluso el matrimonio se ha celebrado en pandemia.
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Más allá de lo anecdótico de un matrimonio en cuarentena, en las familias cristianas, los esposos son sacramento del amor de Dios por sus hijos; sacramentos del amor de Dios para el mundo. Igualmente, quien participa de la misa on line está impulsado a ser sacramento eucarístico actualizando la entrega de Cristo con su entrega para la vida del mundo. Así también, los bautizados somos el sacramento vivo del amor de Dios Padre, viviendo como sus hijos, los confirmados son testigos de Cristo en el mundo y los sacerdotes siguen entregando su vida en coherencia a las palabras que pronuncian cada día en el altar. Los sacramentos siguen actuando, siguen siendo signos eficaces de la gracia.
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La moral: el estilo de vida de los discípulos de Jesús. Vivir como Jesús nos ha mandado significa vivir el mandamiento del amor. No las normas de lo que se puede y hasta dónde se puede; sino el mandamiento del amor. Cómo amar más profundamente, dónde estoy llamado a amar.
Entonces, ¿dónde estás Jesús? Él cumple su promesa, es hombre de palabra. Está con nosotros todos los días. ¿no lo puedes ver? Está en ti, siendo en ti sacramento, enseñanza, amor, para quienes no lo conocen. Está en ti haciendo de tu vida una presencia suya. Los santos realizan en plenitud esta presencia de Dios en el mundo, cada uno a su estilo, con su vocación particular. Con razón se dice del padre hurtado que fue “una visita de Dios para Chile”[2].
Podemos creer que Jesús está menos presente en 2020 que en los años 1940-50 cuando Alberto Hurtado recorría los puentes del Mapocho, daba retiros a señoras de sociedad santiaguina, promovía los sindicatos obreros y acompañaba a jóvenes en su discernimiento vocacional.
Jesús necesita testigos en este mundo para mostrar su amor, su presencia cada día. Nuestro mundo ya no puede ocultar el dolor como intenta hacerlo desesperadamente en los últimos decenios con hospitales que parecen hoteles y cementerios que parecen parques. Hoy no podemos ocultarlo más. Nuestro mundo está herido, somos frágiles. Necesitamos unos de otros, necesitamos a Dios. Él quiere hacerse presente a todos, especialmente a los que sufren, a través de sus discípulos. ¿quieres ser testigo de Jesús? Basta que pongas tu pequeño don, Él hará el resto.
Oración
Señor Jesús, subes al cielo en la ascensión no para apartarte de nosotros, porque tu amor por nosotros te ha hecho venir del cielo; subes al cielo para llevarnos allá. Para inaugurar el inicio del fin de la historia de la salvación, el regreso a la casa del Padre. Jesús, recuerda tu promesa y concédenos sentir tu presencia en este tiempo de pandemia. Tu pueblo sufre y tú sufres con él. Señor, muéstrate presente. Cuenta con nosotros para hacer presencia tuya en el mundo, con una vida coherente de discípulos, con una vida que sea signo (sacramento) de tu presencia por el amor.
[1] San Agustín, Sermón sobre la ascensión, PLS 2, 494-495 [2] Mons. Manuel Larraín en la homilía del funeral del p. Hurtado.