Cristiandad y cristianismo no son lo mismo

Actualizado: 1 de sep de 2020

Te invitamos a leer la siguiente columna del padre Federico Ponzoni, asesor de la Pastoral UC. donde habla sobre la diferencia entre cristiandad y cristianismo.

Cristiandad y cristianismo no son lo mismo. Creo que, para el católico comprometido, el católico que ama a la Iglesia, que se alegra de que crezca y está dispuesto a dedicar tiempo y energías a esta tarea es fundamental entender esta distinción. Y es que, como veremos, tiene consecuencias prácticas relevantes.


El cristianismo es la vida cristiana. Eso es vivir toda la vida marcado por un acontecimiento de encuentro. Un cristiano es alguien que en algún momento de su vida ha tomado conciencia y libremente de seguir a Cristo. Si es un cristiano católico ha decidido hacerlo no siguiendo una inspiración o iluminación personal, sino siguiendo hasta la obediencia, a algunas personas concretas, algunos rostros precisos: las personas que forman parte de la comunidad cristiana es decir de la Iglesia. Así cualquiera sea la forma que tome históricamente donde hay iglesia siempre hay cristianismo. Que el cristianismo asuma la forma de una pequeña comunidad con una estructura clara, pero simple, como en los tiempos de los apóstoles o que asuma la forma de una entera civilización como en los tiempos de la edad media, siempre podemos hablar de cristianismo. Lo que hace el cristianismo, en esta perspectiva, son dos elementos: la iniciativa de Dios que se muestra en la vida de una persona como un acontecimiento y la respuesta libre del ser humano a esta iniciativa. Donde no haya libertad tampoco hay cristianismo. Donde el cristianismo se impone con poder sobre la libertad deja de ser tal.


El cristianismo es una vida y la vida es orden, forma. Justamente por ser libre el cristianismo puede tomar muchas formas distintas, Dios se complace, a mi parecer, de ver con cuánta creatividad se ha tratado en la historia de vivir el cristianismo. Ellas son innumerables y variadísimas. Las primeras comunidades cristianas vivían una vida intensa de comunión que incluía incluso los bienes materiales. Los monjes benedictinos vivían (y viven) en comunidades separadas del resto del mundo. Laicos y laicas consagradas en el tiempo actual viven “en el mundo” incluso llevando a cabo exitosas vidas profesionales, haciendo al Señor presente en lugares en los cuales usualmente no entraría.


La cristiandad es una de estas formas.


Luigi Giussani, sacerdote italiano, fundador de un movimiento eclesial, la define con estas incisivas palabras: «Por “cristiandad” entendemos ese flujo, esa corriente, ese cauce identificable en el campo de la historia y caracterizado –precisamente– por determinadas fórmulas de pensamiento, por determinadas formas de concebir, por determinadas reglas morales, por el reclamo a determinados valores, por determinadas actitudes prácticas, por determinadas formas». La cristiandad para el sacerdote italiano es primeramente algo históricamente identificable una forma que toma históricamente el cristianismo que se mantiene, en cuanto, distinta de otras formas de vida posibles por el reclamo constante al respeto de forma de pensamiento, normas, etc. La cristiandad ha podido surgir en la historia como forma específica del cristianismo en el momento en el cual el propio cristianismo da forma a la civilización misma.


Es lo que pasó después de la caída del imperio romano. El cristianismo ha dado forma a una entera civilización: leyes, instituciones, ritos, monumentos, artes, música, fiestas, daban a la civilización europea un tinte cristiano. Cristiana era la religión de los reyes, de los campesinos y de los poetas. Cristiana la filosofía. Cristiana la teología. No es que no hubiese increencia o diversidad de opiniones o inmovilismo social o político. Tampoco significaba que todas las personas siguiesen con coherencia absoluta los valores cristianos que la civilización a la que pertenecía le sugería cómo válidos. Una persona nacida en el ámbito de cristiandad encontraba el cristianismo justamente a través de ritos, reglas, instituciones, etc. En el ámbito de cristiandad la forma misma de las instituciones sociales transmitía la fe. Se iba a misa el domingo, porque todos iban a misa domingo, se creía que el Hijo y el Padre son consustanciales porque todos los creían. En un contexto como este, la forma exterior, la creación de hábitos, la multiplicación de signos e imágenes religiosas se vuelven instrumentos de importancia imprescindible para la transmisión de la fe. La fe en época de cristiandad no era formal o inauténtica, baste con pensar en figuras como las de Francisco de Asís, de Bernardo de Claraval, de Domingo Guzmán, para citar sólo algunos de las más destacadas personas de fe, que maduraron su creencia en el ámbito de la cristiandad.


Para darse cuenta de porqué es importante saber distinguir entre cristiandad y cristianismo es necesario preguntarse ¿Qué queda de la cristiandad hoy en día? La respuesta es que de la cristiandad quedan fragmentos. Es decir que algo así como una civilización cristiana ya no existe hace siglos. Estado e Iglesia se han separado. Las sociedades, especialmente en el mundo occidental y latino americano, son pluralistas y la fe cristiana está en retirada, perdiendo adherentes de forma rápida, aunque no abrupta, especialmente entre los jóvenes. Es decir que de la civilización cristiana en cuanto civilización no queda nada. Queda la fe de mucha gente y de muchos jóvenes que no quieren abandonarla y queda la Iglesia que, por lo visto, no coincide con la cristiandad. Existen, sin embargo, fragmentos de cristiandad. Una persona que nace en una familia católica, estudia en un colegio católico desde los 3 a los 17 años y frecuenta prevalentemente personas pertenecientes al mismo ambiente, crece en un ámbito asimilable al de la cristiandad.


Pasemos a la cuestión de fondo…¿Por qué es importante, entonces, entender la diferencia entre cristiandad y cristianismo? Porque si no la entendemos, los católicos comprometidos, corremos el riesgo de comunicar el cristianismo con métodos de cristiandad. Es decir, corremos el riesgo de enfocar nuestra acción misionera en comunicar reglas, en generar hábitos, en promover comportamientos, como se hace en cristiandad en vez de anunciar con valentía a Cristo. El mundo de hoy necesita católicos que propongan la fe a libertad de las personas. Hoy nadie quiere escuchar una predica, nadie quiere que se le impongan reglas o pautas de comportamiento, sin embargo, hoy como nunca el ser humano busca respuestas. El encuentro con el cristianismo es la respuesta.


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