¿Con o sin? Ese es el dilema

Actualizado: 1 de sep de 2020

Te invitamos a leer la siguiente columna escrita por Julia Eugenia Martínez, periodista y colaboradora de la Pastoral UC

Salí de Chile el 15 de mayo, esa noche comenzaba una cuarentena mucho más estricta y que ya lleva más de dos meses. Mascarilla obligatoria en el avión e incertidumbre si me obligarían a hacer cuarentena. Sorpresa cuando en el aeropuerto de Heathrow, Inglaterra, nadie me preguntó a qué lugar me dirigía. Después de 15 días de estar en contacto, solo con los de la casa, comenzó mi adaptación.


Segunda sorpresa, aquí se podía salir a hacer ejercicio y a caminar con la familia. Muy pocos, contados con los dedos de una mano, llevaban mascarilla. Nadie, eso sí, quería pasar cerca de otro en la vereda. Para llegar al supermercado había que ir haciendo zigzag; simplemente uno se cruzaba de vereda para no toparse con los poquísimos que venían en sentido contrario. Mi hija la bautizó “caminata estilo corona” y en la entrada de la tienda había una fila, con dos metros de distancia marcados en la vereda y la regla era “uno sale y otro entra”. Mascarillas, casi nadie, por lo menos acá en Brighton que es una ciudad más pequeña que Londres, junto al mar, y que en algo se parece a Viña del Mar.


Guardé las mascarillas que me habían regalado mis amigas antes de salir de Santiago y respeté la instrucción de Boris Johnson de caminar a donde tenía que ir, no usar el transporte público ni visitar a mis amigos. Cuando se soltó un poco el lockdown, que nunca me pareció muy estricto, aparecieron los cambios. Justo ese fin de semana salió el sol y fue irresistible no ir a la playa. Pueden haber aumentado los contagios, aunque dice que el riesgo está en lugares cerrados y no al aire libre. Pocos días después se permitió subir a los buses, pero con mascarilla.


Cuando te has acostumbrado a no usar mascarilla se te olvida llevarla para subir al bus. Y si no la tienes, el chofer detrás de su vidrio protector y sin mascarilla, no dice nada, pero los que la llevan te dan una mirada evidente de reprobación. Reconozco que se me olvidó varias veces, hasta que me topé con un señor más joven que yo y me lo echó en cara. Me puse soberbia y le contesté enojada: “Prefiero que me dé coronavirus a tener que andar de mascarilla”.


Cuando llegué a la casa me di cuenta de que no había sido una respuesta muy cristiana y en el país de Shakespeare se vino a mi memoria la primera frase del soliloquio de Hamlet “To be or not to be, that is the question”. Para esta disyuntiva pensé también en la frase de la Biblia “Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas”. (Romanos 13:1) La próxima vez diré: “Con en el bus y sin al aire libre, thanks for telling me”.



Julia Eugenia Martínez

Periodista y colaboradora

Pastoral UC