Arturo Prat: entre el heroísmo nacional y la santidad

En Chile, cada 21 de mayo se conmemora uno de los acontecimientos que marcaron nuestra historia: el Combate Naval de Iquique, una batalla que se dio en el contexto de la Guerra del Pacífico y que enfrentó a Chile, Perú y Bolivia entre 1879 y 1884.


Si bien ese día Chile perdió en las costas de Iquique, como nación recordamos el heroísmo y patriotismo de varias personas que dieron su vida por el país, especialmente el de Arturo Prat.


A continuación, te invitamos a leer la reflexión de la académica del Instituto de Historia UC, Dra. Lucrecia Enríquez, quien analiza no sólo el carácter de héroe de Prat, sino que también su relación con el cristianismo.

Por la Dra. Lucrecia Enríquez

Académica del Instituto de Historia UC

“Al abordaje muchachos”, fueron las últimas palabras que pronunció Arturo Prat cuando saltó al Huáscar. Una hazaña que quedó en la memoria de los chilenos y que recuerda el patriotismo y heroicidad del Comandante de la Esmeralda.


¿Por qué celebrar una derrota naval?

La pregunta clave es si el 21 de mayo conmemoramos realmente una derrota naval. Creo que no. Si pudiéramos preguntarle al ciudadano de a pie cuál es su héroe nacional más querido, la respuesta más recurrente, probablemente, será Arturo Prat. Lo afirmo porque se lo he consultado a muchas personas y todas lo señalan así, lo que explica que el 21 de mayo no celebremos en realidad una derrota naval sino el heroísmo de Prat. ¿Por qué? Hay otros héroes muy reconocidos, como Bernardo O’Higgins o José Miguel Carrera, pero han perdurado en el imaginario nacional como dos héroes enfrentados, irreconciliables, que aún siguen estándolo en sus seguidores, aunque nos separen dos siglos del proceso de independencia que protagonizaron. En cambio, Prat es considerado un héroe sin mancha alguna, expresión del amor a la patria más desinteresado y extremo. Por eso, su figura es extraordinariamente atractiva.


Recordemos algunos datos de su biografía. Nació en 1848 en una hacienda de la provincia de Concepción. En 1858 entró a estudiar en la Escuela Naval. Participó de la guerra contra España de 1865. En 1873 se casó con Carmela Carvajal y se graduó como abogado. Al comenzar la Guerra del Pacífico en 1879, fue destinado a la corbeta Esmeralda. No pertenecía a la elite acomodada. Católico practicante, era una persona de esfuerzo que logró estudiar sin destacar. Su vida fue muy normal. Por eso, y para entender más por qué Prat es un héroe, es necesario adentrarse en el heroísmo nacional, sus orígenes y características. Pero también hay que profundizar en los vínculos entre cristianismo y heroísmo porque aparecen vinculados en la figura de Arturo Prat. Lo haremos brevemente, conscientes de que el tema tiene una profunda riqueza inabordable en pocas líneas.


Heroísmo y cristianismo

Los héroes han existido siempre, protagonizando los relatos míticos de la humanidad que explican el principio del hombre antes de que la aparición de la escritura diera origen a la historia. Adquirieron rasgos indelebles en la cultura greco-romana moldeando la política y la cultura. El cristianismo modificó las bases del heroísmo humano a través de Cristo que en la cruz entrega su vida como máxima prueba de amor: “Nadie me quita la vida, sino que yo la doy por mi propia voluntad” (Juan 10, 18). En efecto, con la llegada del cristianismo, el heroísmo tuvo un modelo de héroe, el mismo Cristo, que se replicó en los santos, cuya canonización requiere acreditar la vivencia de las virtudes cristianas en forma heroica. Las santas y los santos fueron los héroes medievales.


Como ha demostrado el historiador Michel Vovelle, a partir de la Revolución Francesa se produjo un nuevo origen y punto de partida del heroísmo, una nueva matriz, diferente a la greco-romana y a la cristiana. Surgieron nuevos héroes —los revolucionarios—, quienes adquirieron cualidades al ritmo del desarrollo de la revolución. Con ellos, se amplió el espectro de individuos que podían ser considerados héroes a los sectores populares e incluso a colectivos. En todos los casos, lo determinante era la encarnación de los principios revolucionarios.


Con el surgimiento del paradigma nacional en el siglo XIX en gran parte de occidente, las elites gobernantes incorporaron la convención heroica para demostrar la existencia de la nación. Los héroes la encarnaban, incluso le habían dado origen en algunos casos y eran los modelos de ciudadano a imitar. La escritura de la historia así lo acredita. Las galerías de mujeres, niños y hombres célebres o ilustres —tan publicadas durante el siglo XIX— mostraban en cada biografía los rasgos del ciudadano modélico. Las galerías de retratos (aunque menos frecuentes) apuntaban a lo mismo. Paralelamente, los manuales escolares explicaban la historia por medio del género biográfico heroico. Este estilo de educar y de enseñar la historia perduró durante gran parte del siglo XX y aún no ha perdido vigencia. Por eso, desde nuestra formación escolar, conocemos y aprendemos a amar a nuestros héroes nacionales.


El paradigma heroico nacional excluyó de hecho a las mujeres, atribuyéndoles los espacios que la política, la sociedad y la cultura les tenían reservados al interior del hogar, baste con recordar que Javiera Carrera pasó a la historia de Chile por bordar la primera bandera del país y menos por coordinar la revolución de 1817. En términos muy generales, podemos decir que la modernidad política que reconoció los derechos del hombre y del ciudadano le negó esos derechos a las mujeres, aunque no sólo a ellas, como se puede constatar en muchas constituciones escritas al calor del primer liberalismo.


Hay que considerar también que los modelos heroicos decimonónicos se construyeron en sociedades católicas. En muchos héroes nacionales se puede encontrar la atribución de rasgos provenientes del catolicismo y de la santidad cristiana. Algunos casos, como el de Francisco de Morazán en Centroamérica —estudiado recientemente por Catherine Lacaze—, ilustran la sacralización e identificación del héroe con Cristo. Fusilado sin juicio previo en 1842 por sus enemigos políticos, el mismo Morazán dio la orden de disparar expresando la conformidad con el sacrificio que le imponían, el compromiso con los valores que había sustentado y la entrega de la vida.


El caso de Arturo Prat es semejante al de Morazán: su acto heroico se describe y conoce como el “sacrificio de Prat”, la entrega de su vida por Chile en las más adversas circunstancias. La decisión de abordar el Huáscar ha sido interpretada y entendida como una ofrenda de la vida en cumplimiento del deber pese a la desigualdad de fuerzas de ambos navíos, lo que lo asemeja a la entrega de Cristo. En la actitud de Prat de abordar al barco enemigo parece haber una conformidad con las circunstancias que lo condujeron a un desenlace que no debería haber ocurrido, claramente previsto por él y sus compañeros, quienes imitaron su acto y lo siguieron. La Esmeralda era una corbeta de aprovisionamiento de otros buques chilenos, no estaba previsto que participara de un combate, por lo que no estaba preparada para ello. La desigualdad de posibilidades frente al monitor Huáscar era evidente. Sin embargo, Arturo Prat no eludió su deber y se entregó por entero. Por ello, este héroe mártir encarna valores absolutos, como la entrega sin condiciones, el sacrificio o inmolación por un bien mayor, la solidaridad con su pueblo hasta el extremo.


La conmemoración del 21 de mayo

Hace unos años tuve la oportunidad de hacer la visita guiada a la réplica de la Esmeralda anclada en Iquique, en un lugar cercano al escenario donde se desarrollaron los acontecimientos del 21 de mayo de 1879. Muchas personas lloraban al finalizar la visita, conmovidas por el relato de los hechos que hacían los guías. Algo semejante ocurrió contemporáneamente. El historiador William Sater, uno de los más importantes biógrafos de Arturo Prat, recoge los testimonios de la época sobre cómo la ciudadanía recibió la noticia del combate del 21 de mayo. En un primer momento, se supo de un enfrentamiento, pero no el desenlace con claridad, lo que generó enorme expectativa porque se sabía que el combate había sido muy desigual. Finalmente, cuando llegaron las noticias del hundimiento de la Esmeralda y del abordaje ordenado por Prat a Santiago, la reacción espontánea de la población fue ir a La Moneda mientras las campanas de las iglesias repicaban permanentemente y donde la gente se abrazaba sollozando en las calles. En los días siguientes toda la prensa nacional recogió estas reacciones, destacando a los valientes de Iquique liderados por Prat, que fue considerado el principal héroe desde un primer momento. No fue el gobierno de turno el que lo glorificó, sino que la población le confirió la categoría de héroe por el conocimiento de los hechos y al reconocer en Prat valores trascendentes. Nótese que en el 21 de mayo el heroísmo de Arturo Prat y sus compañeros prevaleció por sobre la derrota. La fiesta se celebró primero en las escuelas desde 1897 y en 1915 el Congreso declaró el día como festivo nacional.


¿Qué podemos aprender los católicos de su acto heroico? ¿Quiénes pueden ser considerados los “héroes patrios” en nuestra época?

Hoy día, en medio de la pandemia, es imposible dar una respuesta a esta pregunta que la excluya. Arturo Prat destaca por su compromiso con el deber y con Chile hasta el final de su vida. Para muchos, ayudar a otros y respetar las indicaciones de las autoridades sanitarias, incluso quedarse en la casa en cuarentena, puede ser un acto heroico, pero es sin duda el aporte que todos debemos hacer en la presente situación que nos ha salido al encuentro en este 21 de mayo. También estamos en desventaja frente a un enemigo poderoso que nos acecha. Todos tenemos la convicción de que el personal de salud y los que realizan actividades esenciales para el mantenimiento de la vida en sociedad son héroes y debemos apoyarlos.


Fuentes:

  • Michel Vovelle, La mentalité revolutionnairé, 1985.

  • William Sater, La Imagen heroica de Chile. Arturo Prat, un Santo Secular, 2005.

  • Biblioteca Nacional de Chile, Muerte de Prat, 1889 (Colección Digital; MC0012695).