ACOMPAÑANDO EN EL BUEN MORIR
En relación a las conversaciones sobre la Ley de Eutanasia, la enfermera de cuidados paliativos, Margarita Yuraszeck nos habla de la importancia del acompañamiento a los enfermos en sus últimos días de vida.
A la hora de pensar en nuestra muerte (si es que lo hemos hecho), me atrevo a asegurar que todos anhelamos morir sin dolor, tranquilos, rodeados de nuestros seres queridos y en nuestro hogar. En ese momento de tanta vulnerabilidad y de misterio, esperamos sentirnos acompañados por nuestra familia, por Dios para quienes somos creyentes y estar orientados en todo momento por personal de la salud. Pero hoy en Chile, esta realidad no ocurre siempre para las personas que fallecen producto de enfermedades crónicas avanzadas.
En mi corta experiencia como enfermera en una unidad de cuidados paliativos, he tenido el privilegio de poder acompañar tanto a los pacientes y familias en el proceso misterioso de la enfermedad y muerte. Proceso muy activo, único y personal, donde emergen los más variados sentimientos, alegrías y dolores, y donde el paciente nos permite que como personal de salud seamos parte de esta vivencia. Pero hoy en día, hay muchas personas que viven este proceso en soledad, angustia y dolor.
En Chile, el GES (Garantía Explícita de Salud) de cuidados paliativos sólo abarca a pacientes con enfermedades oncológicas, pero deja de lado a todas aquellas personas que padecen de otro tipo de enfermedades, como enfermedad renal crónica, enfermedades pulmonares o cardíacas, enfermedades degenerativas, demencias, etc. Estas patologías, que afectan la calidad de vida de quienes las sufren y quienes los rodean, generan crisis profundas en las familias y un dolor e incertidumbre muy grande.
Por lo mismo, es una irresponsabilidad que en estos días se discuta una ley sobre la eutanasia sin asegurar un acceso a cuidados paliativos a toda la población que sufra una enfermedad avanzada. La discusión (y eventualmente aprobación) de esta ley es una alternativa fácil que no resuelve los problemas que están detrás de una persona que pide que se ponga fin a su vida. Nos intentan convencer que el matar a una persona que está sufriendo se transforma así en un acto compasivo, cuando en realidad, el mayor acto de compasión es acompañar de manera activa en el proceso de enfermedad y muerte.
El hecho de que algunas personas en Chile estén solicitando la eutanasia, es signo de fracaso para la sociedad entera. Nos demuestra cómo hemos dejado solos a personas que experimentan extrema fragilidad y vulnerabilidad. Son pacientes que están experimentando un dolor físico y emocional tan importantes que ven la muerte inmediata como la única opción frente al dolor total y sufrimiento que padecen. Es un llamado de atención urgente a mirar como Cristo nos mira y no dejarlos solos.
Por lo mismo, la respuesta adecuada ante el sufrimiento por la muerte inminente es acompañar tanto al paciente como a sus familias en el transcurso de esta enfermedad que ya no responde a tratamientos curativos. Los cuidados integran a la persona en su totalidad, abarcando sus sufrimientos espirituales, sociales, psicológicos, físicos e incluso económicos.
Como equipo de cuidados paliativos, ver el sufrimiento de un paciente nos moviliza a tratar de manera inmediata los síntomas físicos (dolor, náuseas, vómitos, etc.) de una persona que busca auxilio y apoyo, pero también nos llama a buscar incansablemente paliar las angustias y miedos de nuestros pacientes. Es también un llamado urgente a acompañar a la familia, que sufre en silencio y de manera desesperada busca acompañar en el dolor.
Llevo en el recuerdo a cada uno de mis pacientes y a sus familias, y especialmente a aquellos que antes de comenzar con los cuidados paliativos experimentaban mucho sufrimiento. El mayor consuelo y satisfacción como equipo, se manifiesta a la hora de entregar las condolencias a la familia frente al fallecimiento y cuando éstos nos agradecen por haber acompañado a su familiar y el haber permitido una muerte sin dolor y en paz.
Considero un privilegio el poder acompañar y ayudar a quienes están en un proceso de fin de vida para que ese tiempo pueda vivirse sin dolor, disminuyendo temores y angustias, pero por sobre todo, el poder saber que no estamos solos y que Cristo y la Virgen nos acompañan.
Margarita Yuraszeck Krebs
Enfermera
Unidad de Cuidados Paliativos, Instituto Nacional del Cáncer
Recomiendo el libro: “Sobre la buena muerte: por qué no debe haber eutanasia”. De Robert Spaemann, Fuat Oduncu, Gerrit Hohendorf. Prólogo por Ignacio Sánchez y Joaquín García-Huidobro.
Edición del Instituto de Estudios de la Sociedad (IES)